La dualidad se basa en la
percepción y la no dualidad se basa en el conocimiento. La primera está regida
por el ego y la segunda es la visión del Espíritu Santo.
El pensamiento dual es la
interpretación del mundo: yo estoy separado de ti; lo que me ocurre es algo
externo a mí; debo protegerme del exterior; mis pensamientos no van a ninguna
parte; la culpabilidad es mi gran dios; para deshacerme de ella debo proyectarla
en los demás; le enfermedad es del cuerpo; mente y cuerpo están separados; mi
cuerpo me demuestra que estoy separado de ti; mis desgracias, dolores y
enfermedades demuestran que Dios no existe, porque, si existiera, no permitiría
estas cosas. Etc. ¿Te suena?
En el mundo dual, el
sufrimiento y el sacrificio son fundamentales: como creo que estoy separado de
Dios, debo hacer algo para consagrarme con Él. Me resulta imposible pensar que
yo pueda recibirlo todo a cambio de nada. Creo en el pecado y en la muerte como
final de todo, mi mente está confinada en mi cuerpo, es un producto del cuerpo
y éste y la materia en general tienen algún tipo de poder para crear
situaciones que yo no puedo controlar, ni intervenir, ni modificar. O solo
puedo hacerlo con mucha dificultad. Porque, además, como estoy solo, todo lo
tengo que solucionar yo. Por eso vivo en el miedo, por eso cualquier cosa del
mundo de la forma es una amenaza para mí y me tengo que defender. Y entonces,
ataco a otros, creyendo que atacándoles, alejo de mí el peligro. Hace pocos
años, hubo un concepto que se puso de moda en los medios de comunicación: “el
ataque preventivo”, que no es más que una extrapolación “institucional” de lo
que el ser dual le hace constantemente a su hermano.
Por otro lado, en la no
dualidad todo está conectado. La no dualidad nos enseña que nosotros atraemos
lo que nos acontece con nuestros pensamientos. Ellos crean constantemente
nuestra realidad, y su fuerza reside en la emoción que ponemos en las
relaciones y en los acontecimientos. En la mente no dual, la observación es
crucial y el observador sabe que puede alterar lo observado cambiando el
pensamiento y el sentimiento. Para vivir con la mente no dual se hace
imprescindible estar alerta: un estado de quietud mental frente a lo que se
observa que nos lleva a preguntarnos “para qué” hemos atraído una determinada
experiencia a nuestra vida. La no dualidad nos aleja del victimismo, del “pobre
de mí”; nos convierte en adultos espirituales, responsables de nuestros
pensamientos y, por consiguiente, de nuestras acciones.
“Tus acciones son resultado
de tus pensamientos. No puedes separarte de la verdad otorgándole autonomía al
comportamiento.”