Manuel Montero Kiesow, entrenador de defensa personal
femenina desde hace 22 años explica cómo tiene que actuar una mujer,
incluso con armas improvisadas.
«Puedes y debes», dice, contundente, Manuel Montero Kiesow,
profesional de Artes Marciales con más de 22 años de experiencia como maestro
de defensa personal femenina. Se lo dice a ellas, a las que sufren, en silencio
o en voz alta, violencia de género, esa lacra que ha llevado al Gobierno a
lanzar una ofensiva conjunta contra los considerados «crímenes de Estado».
«La defensa personal en general es el conjunto de
actuaciones y mecanismos, tanto físico como psicológicos, encaminados a
salvaguardar la integridad. Si esto lo tuviera que hacer la mujer, se atenderá
a sus características psicofísicas, que son distintas a las del hombre. El
objetivo es intentar resolver una agresión de la mejor manera posible, para
empezar, incapacitar al agresor para huir. El objetivo no es quedarse y
mantener una lucha. Pero si hay que hacerlo, hay golpear zonas vulnerables: la
cara, la garganta, los ojos, la nariz, el mentón, los oídos o la zona genital.
La mujer tiene menos fuerza que el hombre y por eso tiene que acceder a sitios
que puedan incapacitar más», explica Montero Kiesow.
Montero Kiesow, que acaba de publicar su libro «Manuel
práctica de defensa personal para mujeres» (Tutor), también es entrandor desde
hace 25 años de defensa personal para la Policía y la Guardia Civil, escoltas,
vigilantes de seguridad, etc. Lógicamente, los enfoques son diferentes. «A
nivel policial, el enfoque es intentar coger, reducir y controlar a un agresor
de la manera menos lesiva posible. No se atacan zonas vulnerables porque el
objetivo es realizar un control o reducir al agresor, al que tengo que
llevármelo y no hacerle un daño innecesario. También tiene alumnas que trabajan
en hospitales psiquiátricos y que también reciben agresiones.
«La mujer debe ser
contundente»
En este sentido, Montero explica que la clave, que justifica
que una mujer se defienda con un golpe es la proporcionalidad: «toda respuesta
debe ser proporcional a la acción que se produce, es decir, no se puede hacer
más daño del que se recibe. Esto se aplica cuando se trata del género: de mujer
a mujer o de hombre a hombre. «Pero en el caso de hombre a mujer no existe esa
proporcionalidad, por eso, la mujer tiene que ser contundente. Si hay un
agresor que viene a por mí y me agarra del cuello tengo que ir a zonas
vulenrables, y si encima estoy ejerciendo la legítima defensa no debo mirar el
daño que voy a realizar en ese momento. Eso sí, otra cosa es que no haya
intensión de agresión a primeras y tú pretendas pegar», aclara.
La clave es evaluar la situación: saber si en un primer
momento tengo usar más o menos fuerza o realizar un golpe. La dificultad es, en
un momento de estrés como el que se puede vivir ante una agresión saber evaluar
nuestra reacción y la de la persona que amenaza. «Cuanto más entrenado más
estás, más se va incorporando. No son tantas situaciones de todas formas. Puedo
distinguir si alguien viene a por mí con un gesto para pegarme o viene alguien
y directamente me agarra y ahí tengo qu responder. Si todo empieza con gritos,
hay que trabajar la parte también psicológica y conocer lo que es la escalada
de violencia y saber cómo intentar resolver. La idea es que nunca haya
confrontación. Ahora, si no queda más remedio y hay agresión, puedo y debo
actuar». También cambia el enfoque en el caso de aquellas alumnas que, por
ejemplo, trabajan en hospitales y algún paciente la agrede por un brote
psicótico o en el Samur o Protección Civil.
Montero Kiesow asegura que no tiene más gente en las clases
pese al aumento de los casos de violencia de género (en los dos primeros meses
del año, la violencia de género se ha cobrado 16 víctimas, más dos casos en
investigación, según el Ministerio de Sanidad). «Se ve más en los medios pero
llevo mucho haciendo esto y no ha habido un especial aumento. Antes no se veía
tanto, siempre vivimos en un país machista y el maltrato entraba en una especie
de "normalidad". Lo que sí noto es que cada vez más madres traen a
sus hijas. Los adolescentes viven como un mundo paralelo donde si no te ha
pasado algo no existes. Yo hablo con mis hijas y les digo que tengan cuidado y
me dicen que no ven nada, pero en las comisarías pasan cosas terribles. Por eso,
las jóvenes de 13, 14 o 15 años no vienen solas porque las madres
"obligan" a sus hijas a venir a estos cursos».
También existe otra realidad, presente pero más oculta que
es la de mujeres que golpean a hombres. «Los hay por supuesto pero en los cursos
es raro que venga un hombre y te diga que su mujer le pega».
Montero confiesa de muchas mujeres que han llegado golpeadas
a clase. «Me cuentan, y por supuesto denunciamos, y también el trabajo que
hacemos para ellas es darles herramientas y protocolos para repeler esa
agresión, pero no solo a nivel físico sino también psicológico».
El enemigo «en casa»
o el desconocido
Este experto en defensa personal distingue el modo de actuar
entre el agresor «anónimo», que puede aparecer en la calle, que el agresor que
es pareja de la víctima. «Lo que difiere en estos casos, sobre todo, es el
"antes de", es decir, en los dos casos cuando hay agresión y se me
avalanza alguien tengo que reaccionar, pero en el momento previo es cuando tomo
acciones distintas. Cuando hablamos del agresor "conocido", que son
casos de violencia doméstica, hay que atajarlo desde el minuto cero, y evaluar
sobre todo cómo me tratan en casa, si hay violencia psicológica, o incluso
sexual. En el caso del agresor desconocido, entran otros mecanismos, por
ejemplo, puedes gritar, y además, ese tipo de hombre quiere algo fácil, como el
caso de los violadores. Si yo en ese momento, tengo espacio para correr o
gritar "fuego" puedo hacerle desistir, otra cosa es que mi marido me
peque y le de igual que grite o que intente huir».
Pero para las mujeres, no son todo desventajas. Cuentan con
el factor sorpresa. Todas las acciones encaminadas a la defensa tienen que
jugar con eso. Por eso, Montero recomienda ante el agresor no ponerse en
guardia porque el perfil del maltratador, solo por la superioridad que cree
tener por encima de la mujer, le hará pegar más fuerte. «En los cursos también
enseño a mantener una guardia encubierta, y les digo que usen frases como:
"Por favor no me hagas nada" para poder engañarlo. Si demuestro que
puedo defenderme, lo que va a pasar es que venga más fuerte todavía».
El móvil, un libro o
el bolso: armas improvisadas
Este entrenador explica que no hay plazos para estar lo
suficientemente preparada para la autodefensa, dependerá de cada caso. «En
cualquier caso, que seas capaz de reaccionar en una situación de estrés máximo
no lo sabrás hasta que lo vivas. Es imposible recrear una situación así, ni
siquiera en un gimnasio». Por eso, insiste en la necesidad de hacer un
ejercicio continuo para ganar confianza y además sirve para aprender a
conocerse a uno mismo como los aspectos fisiológicos, si se dilatan o no las
pupilas,...«Si yo no sé lo que pasa con mi cuerpo puedo confundirlo con un
pánico escénico. Por eso hacemos un trabajo conjunto para saber si mi cuerpo se
está preparando para defenderse».
En las clases se trabaja con todas las opciones, es decir,
se enseñan mecanismos de defensa solo con las manos o con «armas improvisadas»:
-Bolsos
-Teléfono móvil
-Paraguas largo
-Paraguas corto
-Carpeta rígida
-Llaveo de defensa
-Bolígrafo
-Zapatos
-Cinturón
-Revista o periódico
-Bufandas o pañuelos
-Cepillos de pelos
-Abanicos
-Libros
-Cucharas
Así mismo, también se les enseña a defenderse con las armas,
en este caso no improvisadas, que puede usar el agresor, ya sean las manos,
palos, cuchillos, armas, etc.