Francisco José Contreras, titular de la Cátedra Balbuena de
la Rosa de la Universidad San pablo CEU
Este catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad
de Sevilla y titular de la cátedra Balbuena de la Rosa de la universidad San
Pablo CEU, es un ferviente defensor de la Familia, así con mayúsculas. Desde su
catedra, y a través de su libros, alerta sobre la degradación a la que está
siendo sometida. El último trabajo que ha coordinado y escrito se titula «la
batalla por la familia en Europa» y en él exponen sus ideas distintos
pensadores y expertos en la institución familiar.
-¿Cuál fue el
criterio de selección de colaboradores de este libro?
Buscamos a personas que hubiesen destacado en los
movimientos pro-familia de los diversos países, con una atención especial a
Francia, por la relevancia del gran movimiento «La Manif Pour Tous». También
conseguimos la colaboración de observatorios como European Dignity Watch y ADF
International, que vigilan las políticas familiares de organizaciones
supranacionales como la ONU y la Unión Europea.
-Vista la realidad
actual, ¿Está la institución familiar en peligro? ¿Es dramática su situación en
Europa?
La familia está en claro retroceso en toda Europa. Cada vez
se casa menos gente. De entre los que se casan, cada vez más se divorcian. Los
nacimientos fuera del matrimonio superan ya el 50% en varios países. Los
«nuevos modelos de familia» -pareja de hecho, «familia reconstituida»
(separados vueltos a casar o emparejar), familia monoparental, familia
homoparental- son más inestables y conflictivos. Puede demostrarse estadística
en mano que el modelo de familia clásico (padre y madre casados entre sí
educando a sus hijos hasta la mayoría de edad) es el más beneficioso para los
niños: los hijos criados en ese entorno «clásico» obtienen en promedio mejores
resultados escolares, tienen mejor salud y equilibrio emocional, son menos
propicios a incurrir en drogadicción, alcoholismo, delincuencia juvenil,
embarazos adolescentes… La separación de sus padres daña seriamente a los niños.
La buena noticia es que se aprecia un comienzo de reacción
en algunos países. El matrimonio gay ha sido rechazado en referéndum en varios
países de Europa oriental (Eslovenia, Croacia, etc.). Polonia, Hungría, etc.
defienden la familia natural con sus leyes. Y en Francia tuvo lugar en 2013 el
asombroso movimiento de La Manif Pour Tous, con cientos de miles de personas
protestando en las calles contra la redefinición del matrimonio (matrimonio
gay), la gestación subrogada y la inseminación artificial. La mitad de nuestro
libro está dedicada a ese movimiento.
-¿Y concretamente en
España?
En España la tendencia a la desestructuración familiar llegó
algo más tarde que en otros países europeos. Pero hemos recuperado posiciones a
gran velocidad. La nupcialidad se desplomó un 40% entre 2000 y 2015. Ocupamos
el puesto 23 –entre los 28 países de la UE- en nupcialidad. Nuestra natalidad
es una de las más bajas de Europa. Y el 42% de los nacimientos se producen ya
fuera del matrimonio, con una clara tendencia al alza. Esto es malo para los
hijos, pues la pareja de hecho es más frágil y se disuelve más fácilmente que
el matrimonio, como muestran las estadísticas. La probabilidad de que el niño
quede privado de la presencia de uno de los progenitores (casi siempre el padre)
antes de alcanzar la mayoría de edad es mucho más alta si ha nacido fuera del
matrimonio.
-¿Supone la familia
una garantía y un soporte del Estado en caso de crisis económica?
Por supuesto. Las familias estables descargan al Estado de
una inmensa labor asistencial (cuidado de niños, ancianos, inválidos, etc.),
ahorrándole inversiones y gastos. Viceversa, al desestructurarse la familia, el
Estado tiene que intervenir para suplirla y ayudar a las personas que quedan en
situación de vulnerabilidad. Esto genera un aumento del gasto estatal,
contribuyendo a la situación de déficit público crónico y crecimiento
incontrolado de la deuda pública en el que se ha hundido España desde hace
nueve años.
-¿Se revuelve la
sociedad española ante los ataques que le hacen a la familia, tipo equiparación
de matrimonio homosexual al matrimonio heterosexual, o se muestra tibia?
En España hubo una movilización pro-familia importante en la
época de Zapatero; desgraciadamente, esa movilización se desarticuló cuando
llegó Rajoy al poder, pues se pensaba que el PP cuidaría a la familia y
derogaría las más perniciosas leyes de Zapatero. Desgraciadamente no ha sido
así. Rajoy no ha derogado la ley de divorcio exprés, ni la de matrimonio
homosexual, ni la de reproducción asistida (que convierte a España en el país
europeo más permisivo en esa materia, permitiendo por ejemplo que cualquier
mujer pueda ser inseminada con esperma de un varón al que no conoce).
-¿La incorporación de
la mujer al mundo laboral ha hecho daño al concepto tradicional de familia?
Es, sin duda, uno de los factores que ha contribuido al
drástico descenso de la natalidad. Pero la inestabilidad familiar no se debe
tanto a que las mujeres trabajen como a una atmósfera cultural hedonista e
individualista que incita a la persona a «apurar la vida al máximo», a no
comprometerse con vínculos definitivos, a cambiar de pareja siguiendo los
vaivenes e impulsos del corazón («se enamoró de otra, así que no tuvo más
remedio que dejar a su mujer»).
-Se prescinde de la familia extensa y estas cada vez están
más desmembradas ¿Cómo afecta esto a los hijos que se tienen que criar con un
solo progenitor y sin ejemplos el cariño de abuelos, tíos, primos…?
Con una fertilidad media de 1’3 hijos por mujer desde hace
décadas, las nuevas generaciones de españoles, en efecto, se van a criar
prácticamente sin hermanos, primos, tíos, etc. El empobrecimiento afectivo que
esto supone es considerable. Nuestra racanería reproductiva está condenando a
nuestros hijos a una vida muy triste. Sobre todo, cuando a la desaparición de
la familia extensa se añade la de la propia familia nuclear (separaciones,
divorcios, hogares monoparentales, etc.).
-¿La teoría de género
es una ataque a la familia tradicional?
Por supuesto. La ideología de género minimiza la relevancia
antropológica e identitaria del sexo (ser hombre, ser mujer), pretendiendo
sustituirlo por el «género», entendido como construcción cultural no atada a la
naturaleza. En lugar de la clasificación entre hombres y mujeres, nos encontramos
con una larga lista de «géneros» en constante fluctuación y redefinición (de
ahí el crecimiento del acrónimo LGTBI, etc.). La ideología de género rechaza la
maternidad natural, entendida como «esclavitud biológica», y celebra en cambio
las nuevas técnicas de reproducción artificial, que abren la paternidad a las
parejas de lesbianas (inseminación artificial) o de gays (vientres de
alquiler), al precio de privar al hijo del amor de uno de sus progenitores
naturales (el donante anónimo de semen en el caso de la inseminación; la
donante de óvulos y gestante en el caso de la gestación subrogada).
-Gestación subrogada,
¿cosifica a la mujer y mercantiliza un acto de amor que es tener hijos?
Por supuesto. La gestación subrogada degrada a la gestante,
convertida en «vasija» por un puñado de euros, obligada a vivir su embarazo en
disociación psicológica y afectiva, intentando no encariñarse con la criatura
que crece en su interior, como si la cosa no fuera con ella. Y el niño sabrá
que ha sido «fabricado» (¡por dinero!) y no engendrado en la forma sabiamente
prevista por la naturaleza: a través del amor de sus padres.