En España el suicidio es la primera causa de fallecimiento
entre los 15 y 29 años. Expertos en la materia abogan por dar visibilidad a
esta realidad para buscar soluciones.
Cada día casi 3.000 personas ponen fin a su vida en el mundo
y al menos 20 intentan suicidarse por cada una que lo consigue. Las cifras
escalofriantes no acaban aquí. Según la OMS, el suicidio es la segunda causa de
defunción entre jóvenes de 15 a 29 años y, en nuestro país, tal y como
registran los últimos datos del INE (2015), es la primera causa de muerte
juvenil, superando incluso a las motivadas por accidentes de tráfico.
«Efectivamente: Los jóvenes españoles de 15 a 29 años se mueren por suicidio.
En 2015 se quitaron la vida 218 varones y 78 chicas y, por debajo de esta edad,
siete niños y una niña. Es dramático, pero es así. Y lo seguirá siendo si no se
habla del tema y se conciencia a la sociedad de esta situación con el objetivo
de aportar soluciones», asegura Andoni Anseán, presidente de la Sociedad
Española de Suicidología, quien echa de menos que se realice una investigación
más continuada sobre el número de casos para conocer los perfiles y las causas
y sacar conclusiones más certeras.
«El "efecto llamada” no será tal si se ofrece una
información rigurosa de las herramientas para detectar las señales que pueden
llevar a este trágico desenlace “Insiste en que el suicidio es un problema de
salud pública de primer orden y debe dejar de ser un tabú «bajo la falsa
creencia de que hablar de ello invita a los jóvenes a imitar este tipo de
conductas. El "efecto llamada” no será tal si se ofrece una información
rigurosa, sobre todo a través de los medios de comunicación, de las
herramientas para detectar las señales que pueden llevar a este trágico
desenlace y se fomente cómo prevenirlo». Añade que, al igual que ocurrió hace
años con la violencia de género, que nadie hablaba de ella, hoy no se esconde,
existe información, campañas de prevención, sistemas de ayuda que antes no se
contemplaban... Lo mismo debe ocurrir con el suicidio».
«A día de hoy no hay consciencia de este grave riesgo porque
es una realidad que no se visualiza. Los padres nunca piensan que sus hijos van
a quitarse la vida» En su opinión, «a día de hoy no hay consciencia de este
grave riesgo porque es una realidad que no se visualiza. Los padres nunca
piensan que sus hijos van a quitarse la vida y cuando ocurre un caso todo el
mundo se lleva las manos a la cabeza. Todos estamos implicados: familias,
médicos, bomberos, jueces, docentes... El problema –destaca– es que tampoco hay
una formación adecuada al respecto ni de los sanitarios en general, ni de los
especialistas en salud mental para detectar este tipo de conductas y poder
actuar o prevenirlas».
Desde la Fundación Anar coinciden en que hay que romper con
este tabú alertados por un repunte de llamadas de auxilio de jóvenes a su
Teléfono de Ayuda a Niños y Adolescentes. En concreto, en 2013 telefonearon por
problemas de autolesiones 176 niños entre 12 y 17 años; en 2016 lo hicieron
1.373. Respecto al caso de intentos de suicidio, en 2014 llamaron 547, mientras
que en 2016 la cifra ascendió a 1.598.
«La mayoría de los
jóvenes nos confiesan que sufren soledad, aunque estén acompañados»
Tal y como señala Diana Díaz, directora de este teléfono de
Anar, se trata de un problema muy serio y que ha proliferado por las modas que
circulan por internet. «Cuando contactan con nosotros, la mayoría de los
jóvenes nos confiesan que sufren soledad, aunque estén acompañados. No
mantienen comunicación con sus padres y se encierran en las redes sociales. Ese
no es el lugar para liberar su angustia, sino la familia. Sienten abandono
emocional y una de las vías que creen que alivian su dolor es la autolesión.
Esta actuación es una clarísima llamada de socorro. Los padres nunca deben
ignorarles o regañarles, sino acogerles, y con paciencia y serenidad tratar de
acercarse a ellos para solucionar su situación y, si es necesario, con la ayuda
de especialistas».
Precisamente el último informe «Salud mental y suicidio en
adolescentes» realizado por Luisa Maldonado, directora del Foro de la Familia,
señala que las dificultades de conciliar vida familiar y profesional están
causando verdaderos estragos en las familias, en las empresas y en la sociedad.
«La comunicación entre padres e hijos, pilar fundamental de prevención en este
caso, está muy limitada por los horarios laborales de los progenitores. Un
mayor contacto entre ellos contribuye de forma decisiva a evitar la percepción
de desamparo y soledad del adolescente en riesgo, además de posibilitar que los
padres habiliten mecanismos de prevención, al conocer la realidad emocional de
su hijo. Sin embargo, –advierte– esta comunicación no puede establecerse en la
adolescencia, que es cuando el joven se “bate en retirada”, sino que tiene que
haberse gestado durante la vida del niño, creando una red de sostén que permita
al adolescente sentir que no está solo en su angustia. Querer que un joven nos
cuente lo que le está pasando cuando solo ha habido silencio o reprobación en
los últimos 15 años es ingenuo», asegura Maldonado.
Para el psicólogo Jorge López Vallejo, la primera manera de
avanzar en el conocimiento del suicidio es también dejar de considerarlo un
tabú o una conducta moralmente inaceptable, prohibida y castigada, y
considerarlo como cualquier otro problema de salud que no debe ser escondido,
del que se puede hablar sin sentir vergüenza, para obtener armas para
controlarlo y erradicarlo. El miedo es uno de los principales factores que
alimentan que el suicidio sea un tabú, el miedo lleva como principal estrategia
la evitación, que significa literalmente ponerse una venda en los ojos
dejándonos ciegos frente a los posibles signos de sufrimiento de un familiar.
En algunas familias, entornos sociales, trabajos... sólo hay cabida para las
emociones positivas y se castiga con la indiferencia cualquier expresión de
tristeza. Esta percepción debe cambiar».
Explica que los menores que optan por acabar con su vida, lo
hacen porque sufren una pérdida de control absoluto. «Creen que
“desapareciendo”, acaban con el sufrimiento suyo y el que causan a sus
familiares. No son capaces de ver otra realidad porque nadie se la ha
explicado. Con los niños que han tonteado con autolesiones o tentativas de
suicidio los padres deben darle todo su apoyo y, si lo consideran necesario
acudir a un especialista. Lo importante no es tanto saber por qué quiere acabar
con su vida, sino cómo ha llegado hasta ahí. Para ello, si detrás no hay un
problema de salud mental, no hace falta que tome pastillas, basta con pocas
sesiones de psicología cognitiva y emocional para desarticular su sistema
perceptivo y hacerle cambiar de opinión para que vea la vida de forma
positiva», asegura Jorge López Vallejo.
Señales de alerta
Según este psicólogo hay que estar atentos a diversas
señales de nuestros hijos:
—Comentarios y verbalizaciones negativas sobre el daño que
están haciendo a sus familiares: «Estarías mejor sin mí», «Soy una carga para
los demás», «No tengo derecho a hacerte daño»… La persona con ideas de suicidio
tiene la creencia y el convencimiento de que producen sufrimiento directo a sus
familiares y, por lo tanto, estarían mejor sin él, por lo que es muy importante
hacerles ver que sobre todo su muerte es lo que les va a destrozar la vida.
—Manifestaciones relacionadas con el acto suicida o la
muerte: «Me gustaría desaparecer», «Quiero descansar», «No deseo seguir
viviendo», «Me pregunto cómo sería la vida si estuviese muerto», «Quiero
quitarme la vida pero no sé cómo», «Después de pensar mucho ya sé cómo quitarme
del medio», «No merece la pena seguir viviendo».
—Comentarios negativos sobre sí mismo: «No valgo para nada»,
«Soy un inútil», «Mi vida no tiene sentido», «Estoy cansado de luchar», «Toda
mi vida ha sido inútil»… Muestran una visión de túnel viendo sólo los aspectos
negativos. Están centrados en sus errores y fracasos obviando las cosas que han
hecho bien.
—Pensamientos negativos sobre su futuro: «No hay solución»,
«Quiero terminar con todo», «Las cosas no van a mejorar nunca»… La persona
piensa, siente que el presente lleno de angustia es el mismo futuro que le
espera.
—Cambios repentinos de conducta: irritabilidad, ingesta de
alcohol en cantidades superiores a las habituales y con una frecuencia inusual,
o periodos de calma repentinos cuando previamente ha presentado mucha
agitación.
—Aparición de laceraciones recientes en alguna parte del
cuerpo.
—Regalar objetos muy personales, preciados y queridos.
—Cerrar asuntos pendientes.
—Despedidas verbales o escritas: «Quiero que sepas que me
has ayudado mucho», «Te quiero muchísimo y siempre te querré»…
Plan de acción para los padres
Desde la Fundación Anar ofrecen varias claves para que los
progenitores identifiquen si sus hijos pueden tener ideas suicidas. Presentar
una de estas señales no indica un riesgo, se tienen que dar un conjunto de
comportamientos no habituales en ellos
Darle importancia si
dice que tiene una ideación suicida
Los padres no deben tomarse a la ligera ciertos comentarios
o pensar que «son cosas de adolescentes y que ya se le pasará». Tampoco se le
debe reprender puesto que su intención no es desafiar. La detección precoz
puede evitar graves consecuencias.
Validar sus emociones
Es necesario dejar que se exprese emocionalmente y que los
padres le den una respuesta empática y comprensiva. No confrontar con la idea,
ni minimizar la situación. Acompañarle, acogerle y contenerle en estos momentos
es esencial porque, aunque no lo exprese, necesita que sus padres le transmitan
seguridad.
Evitar tensión
familiar
En estos momentos, el niño necesita un ambiente que le
devuelva la estabilidad y tranquilidad que él mismo no tiene. Hay que evitar
peleas familiares o momentos de tensión que puedan afianzarle la idea negativa
del mundo que le rodea.
Más comunicación para
encontrar las causas
Se debe hablar con él desde la serenidad, haciéndole ver que
se entiende que lo esté pasando mal y demostrarle que sus padres siempre van a
estar ahí. Hay que prestarle atención pero sin interrogarle. No obviar que
detrás de una ideación suicida hay otro problema que hay que solucionar.
Enseñarle la
temporalidad de las situaciones
Hay que decirle que nada es para siempre y que los problemas
tienen solución, pero que hay que buscarla. Si para ello hay que pedir ayuda,
no pasa nada.
Compartir problemas
Los adolescentes tienden a pensar que lo que están viviendo
solo les pasa a ellos, que nadie les puede comprender y se aíslan. Se les debe
enseñar que hablar de los problemas aporta posibles soluciones que no habrían
descubierto solos.
Si pasa mucho tiempo
«enganchado» a las redes
Es necesario reducir el tiempo dedicado a las redes, pero
negociando, no con una prohibición. Estar en contacto con páginas en las que
aparecen jóvenes que han intentado el suicidio como manera de solucionar
problemas es perjudicial y puede aumentar la probabilidad de que lo haga.
Si está aislado
socialmente de forma prologada
Se debe fomentar en ellos la práctica de aficiones
saludables en grupo (deporte, música, cine etc.). Cuando llegan a la
adolescencia, los padres piensan que ya no les necesitan tanto y tienden a
dejar de «acercarse» a sus hijos. Sin embargo, quieren saberse queridos y
aceptados y es importante expresarles que su compañía es agradable y
proponerles hacer cosas en común. Esto influirá en una sana autoestima.
Tratar que esté
acompañado el mayor tiempo posible
Si se han descubierto señales o comportamientos que indican
una posible ideación suicida, hay que tratar que esté acompañado y quitar de su
alcance cualquier medio lesivo (objeto punzante, medicamentos, etc.) y
preservarle de situaciones en la que pueda hacerse daño. Si es necesario, llame
a Emergencias.
Ayuda psicológica
Cuando las situaciones desbordan a los padres y no saben
cómo solucionarlas, hay que buscar ayuda experta. También es buena para los
propios padres porque es posible que las emociones derivadas les superen y les
afecten no dejando que vean con claridad lo que está sucediendo. De esta manera
es difícil poder ayudar bien a un hijo.